miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tengo un sueño sabor mandarina

Tengo un sueño sabor mandarina,
Escurridizo y extraño
y entre mas conozco de él,
entre mas lo sueño y lo conozco,
mas duele despertar y separarse de su nectar.
Como es cruel el amor y como es inoportuno
mal atinado y nunca bien colocado su dardo.
Como hace escapar la esperanza y nos hace cazar
con la fea resignación.
Que fácil se vuelve regalar afectos y caricias,
que bien se siente perder pedazos,
que poca regeneración.

Tengo un sueño sabor mandarina.
Apareció un día
como las fantasías que se asoman por mi ventana
con sus ojos me planteó un reto:
el de aceptar que me queda algo de corazón.

Tengo un sueño sabor mandarina
y me niego a la posibilidad aunque sea remota
de dejar de soñar
de asistir a los rincones a los que me accede
de seguir descubriendo mas defectos
de encontrarme entre sabores frutales.

Tengo un sueño sabor mandarina,
que me fue regalado para darle suspenso
y mas sabor a la soledad merecida.
Para seguir repartiendo amores.

Tengo un sueño sabor mandarina,
ácido, dulce, repentino
agreste, excitante, emocionante
y en su calidad onírica
me desplaza por mi juventud
y corrompe mi refugio hostil
y se atreve a desafiar mi amargura.

Tengo un sueño sabor mandarina
y en su cítrica redención me quiero perder
me encuentro un su piel y su color lila
y en sus sorpresas ecuatoriales.

Tengo un sueño sabor mandarina,
y lo paseo y presumo
como fingiendo que estoy despierto
que es tangible y que me conforma
y me da estructura y me rejuvenece.

Tengo un sueño y no se me da la gana
levantarme a ver si solo lo soñé,
se me da la gana vivirlo en su jugo
y ahogarme.

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